Guillermina Lorca tiene nueve años, ojos verdes, unas trenzas perfectas y una timidez que apenas disimula la intensidad con la que vive los libros. Espera sentada, prolija, con el guardapolvo bien planchado a pesar de su viaje diario desde Bella Vista hasta la capital tucumana. Cada día recorre más de 100 kilómetros para ir al Liceo Militar Aráoz de Lamadrid, pero ella apenas nota el trayecto porque lo hace entre las historias que lee.
“Leí 230 libros”, dice con la naturalidad de quien cuenta lo que merendó. Y enseguida sonríe, como si se diera cuenta recién entonces de la magnitud del número. A su lado, su maestra asiente. Es verdad, fueron más de doscientos títulos en tan solo dos meses. Un récord que convirtió a Guillermina en la niña más lectora de Tucumán dentro del Desafío Leer: El Club, la plataforma gratuita de Fundación Leer que reúne más de 200 libros digitales para chicos de todo el país.
“Me gustó mucho”
¿Cómo fue participar del desafío para ella? “Con mi seño nos mostró la página para que podamos leer. Había muchos libros. Y ahí todos empezamos a leer. Me gustó mucho”, dice.
Guillermina recuerda que aprendió a leer a los seis años. Su libro favorito se llama "Maullidos", la historia de una familia, de un abuelo que escribe, de mudanzas y despedidas. Resume con precisión esta historia de misterio, casi como una narradora entrenada. Pero también descubrió nuevas obras gracias a la plataforma.
“Disfruté de varios”, responde tímida pero convencida.
Antes de despedirse, dejó un mensaje para otros chicos. “Que dejen el celular y se pongan a leer; o que lo usen pero también para leer”.
Infancia entre viajes, libros y cuadernos
Su mamá, Virginia, se emociona al hablar de ella. “A veces me pongo nerviosa porque me emociono”, advierte. Y empieza a contar.
“Mi hija siempre amó leer y escribir. Nosotros vivimos en Bella Vista y mis hijos estudian en la capital. En esos viajes largos, donde cualquiera se dormiría, Guillermina abre un libro. Cuando fue lo del desafío, leíamos juntas en el auto. Nunca puso un impedimento: siempre con entusiasmo”, afirmó.
Virginia destaca algo más: “Mi hija descubre palabras nuevas. Dice que cada libro es un viaje. Y es verdad: cada uno la lleva a algo nuevo”.
El orgullo le vibra en la voz. No solo por el premio, sino porque la lectura -cree- es una manera de abrir el mundo, aun para una niña que vive lejos de las librerías, pero cerca de las historias.
La experiencia en el aula: una comunidad lectora en cuarto grado
Su maestra, Cecilia Canseco, también se sorprendió. Comenzaron a usar la plataforma en septiembre, durante la Maratón Nacional de Lectura. En pocas semanas, los chicos ya acumulaban decenas de títulos.
“El grado es muy lector -dice-. Hacían competencias entre ellos. Les encantaba ver los trofeos con nombres de autores, los juegos interactivos y las trivias”.
Cuenta que prometió diplomas según los progresos. Y eso fue suficiente para desatar un entusiasmo generalizado: “Lo que se logra con la lectura es impresionante. Inventaban historias, producían textos. Es un grupo hermoso, lector y escritor. Y Guillermina, más calladita y humilde, avanzaba sin parar”.
Tanto funcionó la experiencia que el año próximo todo el colegio participará de la plataforma.
Democratizar el acceso al libro
En la cuarta edición del Premio al Chico más Lector, Fundación Leer distinguió a 24 niños y adolescentes -uno por cada provincia- que más libros leyeron en Desafío Leer. El Club. La directora ejecutiva, Patricia Mejalelaty, explica el corazón de la propuesta:
“Un niño que lee más, leerá mejor. Al democratizar la lectura, ofrecemos acceso a libros de calidad incluso en comunidades sin librerías o bibliotecas. Premiar a los chicos es un incentivo para que la lectura traspase la escuela y se instale en el hogar”, considera.
Habla de propósito, de madrugar y acostarse tarde para que cada chico tenga una oportunidad. Recuerda ver a Guillermina recibir su premio. “Ahí está el porqué de lo que hacemos. El resto son estadísticas”, remarca.
También anticipa los nuevos desafíos de su fundación: una plataforma diseñada para ayudar a los maestros a evaluar niveles de alfabetización y mejorar aprendizajes.
María Figueroa, responsable de inversión social de San Miguel Global -una de las organizaciones que apoyan el programa- explica por qué acompañan estas iniciativas:
“La lectoescritura es basal para que cada niño despliegue su potencial. Este año empezamos a apoyar el programa y estamos muy contentos con el impacto. La idea es seguir, siempre con diagnósticos, líneas de base y seguimiento”.
Fundación Leer lleva 27 años trabajando para acercar libros a niños y niñas de todo el país. Más de 2,6 millones de chicos participaron en sus programas, 2,6 millones de libros fueron distribuidos y más de 4.500 espacios de lectura se crearon en escuelas y centros comunitarios.
En ese universo lleno de números, Guillermina destaca. Pero no por la cifra sino por la imagen. La de una niña viajando en auto por la ruta tucumana, abriendo un libro tras otro mientras el paisaje pasa como un telón.
Ella ya entendió lo que los adultos intentan enseñar. Sabe que leer abre mundos y que, a veces, esos mundos empiezan en un asiento trasero, camino a la escuela.